Actualizado por Arutam Ruymán en Abril del 2024
Sagrado sentir, tú mojas las mañanas entre la luz que ama encontrarnos.
El "Uwishin" (Chamán) recoge ese llanto, arropado en encantamientos que dibujan esperanza y medicina para los hombres. Mojo mi hocico negro y peludo para hacer brillar una última mirada al corazón de este momento. Donde nace la vida y se dibuja el milagro que canta en la selva.
Y entre las hojas y el incansable murmullo delicioso de los grillos, me amisto con el flujo de la eternidad. Ese diamante que la presencia sagrada del Espíritu pule hasta el cristal de su semblante. Habiendo aprendido la serenidad de los árboles, espero la sanación de su caricia, ahí donde traigo los dolores del guerrero que lucha por la verdad que nos hace humanos.
Esa verdad llora, pero entre la más hermosa música y sagrado encantamiento, estremece el corazón humano mientras a Ti te recuerda, Arutam (Gran Espíritu). Que vives en todas las cosas, palpitas en los corazones de los seres en armonía con las estrellas. Algo que nunca aprendiste y no sabes cómo olvidar. En ningún lugar guardado, no hay época ni sensación que te traicione.
Hasta en el más profundo dolor y tristeza que a ti se te acerca, una luz conmovida como ninguna se derrama de ese encuentro. Entre los gritos de los búhos en los palos, la luz titilante de plata se desliza con tus lágrimas. Noches mojadas donde el dolor del hombre se empapa del encantamiento del Uwishin, para dejarse ir allá donde la vida nace y llora, entre las plumas que recuerdan la tierra, la luz y la noche.
El sagrado encantamiento que dibuja el mundo desde las entrañas del sentir del Gran Cristal, se conmueve a sí mismo empapando las hojas en la selva. Su rica caricia patina dulcemente hacia las puntas, donde resplandece una última visión entre los ecos que aúllan desde las entrañas del Chamán. "Yaji" (ingrediente de la Ayahuasca) resplandeciente en los ojos del jaguar, quien admira la fuerza que le embriaga, ante la luz de oro del Tabaco que respira.
Le hablé a Arutam, El me atendió en su eterna presencia que todo inunda, que todo envuelve. Respiré Tabaco para centrarme en la Gran Tendencia y dejarme ir. Sé que me escuchó, aunque hablarle a quien está en todo y todo ve no es cosa fácil, pocos lo hacen. La gente aprende a esconderse de esa luz, mientras ríen unos con otros su desgracia.
Le canté a Arutam. Sé que me escuchó, porque la luz de oro maduro prendió los cielos y se dibujaron plumas entre las llamas del Espíritu. Alto, en los últimos bosques de las cumbres, viene gritando el vuelo del águila. Pero ahora, mientras te hablo, es el arrullo de las pequeñas aves mi morada de encanto.
Un atardecer más respiro el aroma que incita al más alto respeto. El azul oscuro del mar y su tremor profundo le dan la mano al corazón. Corazón que seguía el naciente resplandor dorado del Tabaco. Miré hacia dentro con mis ojos mojados de la brisa marina, olvidando a “ese" que todos esperan. Es bello lo que encontré, y mi corazón sigue caminando en su canto, en ese “todavía” que se desliza dichoso, en esta inminente primavera.
Esa dicha que las cumbres del sentir derraman en las venas del hombre, redondean las piedras que soportan el cristal del llanto de los cielos, surcando montañas y valles. La paz se hace con todo y siento el descanso de mi nariz de oso mojada, en la negrura de la noche que respira. Por un momento, lejos, soñé en el susurro de Arutam... Casi lo olvido al despertar, demasiada gente hablando tonterías, temiendo la eternidad de su Espíritu.
El mar regresa en cada aliento, recogiéndose para temblar de nuevo. Así, la danza de la dicha perpetra la eternidad que canta. El cristal del Espíritu se dibuja dichoso de existir en los cielos, en el agua y en la tierra. La hoja del mundo me acompaña empapando ese cristal que bebo. Regresa siempre nueva, luz que no arropas anhelos y dibujas la libertad en el hombre.
Las noches seguirán llorando desde las profundidades de la eternidad que resplandece. Regresará cada noche en el destello de la punta de flecha, que aúlla entre los colmillos del lobo. Soñaré esa realidad que se dibujó desgarrando el tiempo y dejándome en trance en distintos lugares. Veré así y guardaré, un sagrado criterio que guiará mis decisiones. Mi corazón caminará en ese tiempo que ya viene, caminará con sabiduría. Y sólo Ella es quien palpita hasta mis dedos, engrosando mis garras que el mundo ama.
Es la sombra bajo las hojas, la que riega el cristal del llanto del águila. Muchos beben ese cristal dulce de los cielos, viviendo en paz entre dulces aromas. Es el brillo en las cumbres y pieles de las hojas, el que ciega de belleza mis ojos. Recuerdo ese milagro, cual se dibuja en sueños, trances y despertares. Inunda épocas y tierras, bendición que me ayuda a entender, que nada es tan importante.
Como la noche empapa las hojas en el profundo descanso del mundo, a más oscuro, más frío, más mojado. Las cumbres descienden vistiéndose de verde, amando la luz que les hace brillar, recordando la dulce profundidad de ese descanso, que todavía mantiene mojada la tierra adentro. ¿Cuál es el sabor que a esas raíces mantiene con vida, a quienes en lo más alto se alimentan del resplandor que prende los cielos?
Mundo que lloras conmovido en la delicia que siempre ha sido. Que tus venas son trazos de esa corriente que lleva a los mares estando y no estando. Un parpadeo y una flecha silbando, vestida con tres plumas para bendecir el propósito. Sea cual sea el objetivo y lo que luego ocurra, respiré sintiéndote. Mi corazón palpitó suficientemente fuerte entre plácidos destellos de tu amor y comprensión. Gran Espíritu, que vives en todas las cosas y silbas en nuestros sueños. La temprana brisa de tus plumas revela misterios que cuidan ese tiempo que llegará, entre unos contados alientos de hombres y bestias.
Con cariño… Arutam Ruymán